domingo, 24 de febrero de 2013

Recuerdos infantiles

Hoy, no sé por qué,me ha venido a la memoria una serie de "actividades"compartidas con mi hermano Sergio.Soy mayor que él.Nos llevamos dieciseis meses de diferencia y,por tanto,¡casi gemelos!.
  Esas actividades eran,algunas,bastante tétricas,como el "acompañar" los entierros.Desde que nos enterábamos que había muerto alguien,dábamos a mi madre cualquier excusa para ir a ver a una tía,la cual,(¡qué casualidad!),vivía en la calle por la que debía(y tenía sin remedio,era la única) que pasar la triste procesión.Con cinco y seis años que tendríamos,para nosotros era una situación de lo más interesante.Primero,porque debíamos estar todo el tiempo esquivando a los mayores- hombres siempre,que en aquella época las mujeres quedaban en casa llorando al pobre difunto-;tratábamos de escondernos escabulléndonos entre ellos y sus conversaciones,las cuales no entendíamos pero que aún tengo marcadas en mi memoria: la idea de que no tenían nada que ver con la persona a la que se portaba en una caja y que recuerdo comentar con mi compañero:" ¡A ver si se levanta el muerto y se enfada por las palabrotas que están diciendo!".Segundo,por el miedo a la muerte en sí, que iba con nosotros desde que nos incorporábamos a la comitiva y no nos abandonaba en ningún momento,pero que,más tarde, conocimos la palabra que se le da a esas situaciones:"morbo".Tercero - y creo que el motivo principal-,era que,llegados al cementerio,corríamos como locos a la parcela donde se enterraban a los niños.Leíamos los nombres y,sobre todo,nos deteníamos en las edades ,inscritos ambos detalles en las lápidas.Los leíamos todos.Algunas cosas no entendíamos,pero lo básico,sí: " la niña Adelita Espino voló al cielo a los dos años de edad"...Y nosotros deliberábamos si habría "volado" con alas o sin alas,que si la habría ido a buscar San Gabriel,el del niño Jesús,o el Ángel de la Guarda. Mientras discutíamos,no quitábamos ojo a la muchedumbre,que mermaba por momentos y, sobre todo, al sepulturero,que era quien cerraba el recinto aquel tan tenebroso y, al mismo tiempo,enormemente atrayente.Muchas veces salíamos a "trompicones"entre las piernas del pobre hombre, al mismo tiempo que entre sus gritos"¡dichosos chiquillos,carajo!"...Nuestros corazones palpitaban desbocados.A medida que subíamos la cuesta de camino a casa,el miedo que íbamos atesorando entierro tras entierro(morbo tras morbo),se iba uniendo al "¡como mamá se entere!" y al peor de todos "¿ Y si Fulanito o Menganito se lo cuentan a papá?"...porque,me olvidaba...cuando mi padre iba a los entierros,el MORBO-MIEDO lo vivíamos con mayúsculas,sintiéndonos más valientes y hasta unos héroes de lograr que no nos viera,ni él ni cualquiera de sus amigos.
   Por supuesto,aquella y las tres o cuatro noches siguientes,nos quedábamos dormidos con los ojos como platos,pendientes del Ángel Gabriel o el "de la Guarda" de cada uno de nosotros,por si se les ocurría aparecer...

2 comentarios:

  1. "Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan.
    Tú eres una de esas personas que saben recrear muy bien sus recuerdos.
    Mario Benedetti escribió:
    La infancia es un privilegio de la vejez. No sé por qué la recuerdo actualmente con más claridad que nunca.
    Maravilloso privilegio el tuyo.Besitos

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  2. ¡Gracias por estar ahí,Ángeles!.¡Por tus palabras y apoyo!.Es un gran aliciente para seguir en esta línea e intentar superar la enorme cantidad de trabas que aún sigo teniendo.¡Un abrazo!

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